São Jorge
Descubre con nosotros la geografia de la Isla de São Jorge, una isla con 54 km de largo y 6,9 km de ancho máximo, que se presenta como una larga cordillera volcánica alargada de noroeste a sudeste.
Descubre con nosotros la geografia de la Isla de São Jorge, una isla con 54 km de largo y 6,9 km de ancho máximo, que se presenta como una larga cordillera volcánica alargada de noroeste a sudeste.Su área total es de 243,9 km2 y alberga 9.171 habitantes (datos de 2011). La isla de San Jorge forma parte del grupo central y es uno de los vértices de las llamadas “islas del triángulo”, junto con Faial y Pico, que está a 18,5 km. El punto más elevado de la isla, con 1053 m de altitud, está situado en Pico da Esperança, a 38°39’02’’ de latitud norte y 28°04’27’’ de longitud oeste.
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Dada su proximidad con Terceira, se cree que los navegadores portugueses se habrían encontrado San Jorge junto con las islas que la rodean. Todo indica que el poblamiento habría comenzado hacia 1460, siendo la segunda isla del grupo central en ser habitada. Pasada una década, ya había varios núcleos de población en las costas oeste y sur, incluyendo Velas. La llegada del noble flamenco Wilhelm Van der Haegen, en 1480, señala la fundación de la comunidad de Topo, en el extremo oriental.
En 1483, se cede la capitanía de la isla, que estaba en franco desarrollo, a João Vaz Corte Real, entonces capitán de Angra, en Terceira. A Velas se le concede el título de villa a finales del siglo XV, reconocimiento que Topo recibe en 1510 y Calheta en 1534. La prosperidad tuvo su base en el trigo, pero desde el inicio la isla se destacó por la calidad de sus pastos.
Obligada a un cierto aislamiento por la ausencia de puertos seguros, San Jorge no gana gran protagonismo económico. En los siglos XVI y XVII sufre los ataques de corsarios ingleses y franceses y de los piratas turcos y argelinos. Es famosa la incursión del francés Du-Gray-Trouin en Velas, en 1708. Derrotado por la resistencia heroica de la población, el corsario se retira de San Jorge con pérdidas elevadas en su tripulación.
Entre los siglos XVI y XIX, la vida de los habitantes es fustigada por crisis agrícolas, que provocan la escasez de los alimentos, y por seísmos y erupciones volcánicas, que causan una destrucción notable. La economía acompaña el modelo agrícola y ganadero del resto de las islas: el cultivo del trigo y las viñas, la recolección de la orchilla, la cría de ganado que genera importantes sectores secundarios relacionados con el queso y la lana. La pesca asume importancia a finales del siglo XIX y el siglo XX, primero por la caza de la ballena y, desde la década de 1960, por la pesca del atún. Actualmente, la calidad de los pastos de San Jorge se refleja en la producción de un queso típico fabricado con leche de vaca, con Denominación de Origen Protegida, constituyendo esta isla una Región Demarcada para la producción del queso de San Jorge. La existencia de un aeropuerto y de puertos modernos en Velas y en Calheta contribuyen a la integración plena de San Jorge en el archipiélago y en el mundo.
La forma alargada de la isla y la secuencia de conos que caracterizan su parte central aparecen en el horizonte como el dorso ondulado de un animal prehistórico dormido. La llanura de la parte interior de la isla, donde nacen los conos volcánicos que la generaron, da paso a acantilados escarpados y muy altos que se despeñan en el azul profundo del océano o que terminan en pequeñas áreas planas al nivel del mar, en las famosas fajãs de San Jorge.
El verde de los bosques y de los pastos, el marrón de las tierras agrícolas, el negro de las rocas y el azul del mar completan una paleta de colores y tonalidades. La presencia de numerosos dragos y fragmentos de vegetación endémica en valles cerrados y protegidos del hombre son la imagen característica de la isla.
Las fajãs, designación usada también en los archipiélagos macaronésicos de Madeira y Cabo Verde, son el símbolo del paisaje de San Jorge. Superficies planas junto al mar y bordeadas por acantilados más o menos imponentes, las fajãs son el resultado de flujos de lava que avanzaron mar adentro (como es el caso de Fajã do Ouvidor), o de desprendimientos de tierras y rocas ladera abajo (como es el caso de Fajã dos Vimes) debido a movimientos sísmicos, lluvias intensas u otras inestabilidades que afectan a los acantilados.
Los suelos fértiles, la protección contra los vientos fuertes y nieblas que se dejan sentir en la parte central más elevada de la isla y las condiciones climáticas favorables que presentan, atrajeron a los pobladores para el cultivo de estas pequeñas llanuras, a pesar de las dificultades de acceso a algunas de ellas. De alubias a plátanos, de ñame a café, de patata a naranja, todo parece crecer en estas zonas, donde también crece el imponente drago. Con el paso de los años, por las crecientes exigencias de la modernidad y su vulnerabilidad a los caprichos naturales, los residentes abandonaron algunas fajãs, a pesar de ello muchas todavía están habitadas durante todo el año y algunas sólo en algunas épocas, normalmente durante las fiestas y actividades agrícolas.
Las más de 70 fajãs de la isla de San Jorge simbolizan la belleza natural y el aislamiento que dominó parte de la historia de la isla y ofrecen panorámicas extraordinarias e inigualables que se pueden explorar a través de la red de senderos de la isla. De las fajãs detríticas de Cubres y de Caldeira de Santo Cristo con sus lagunas costeras, a las fajãs lávicas de Velas, de Almas o de Ouvidor, existe un amplio abanico de lugares para disfrutar.
La naturaleza volcánica de la isla se puede apreciar recorriendo las carreteras y caminos que serpentean por la cordillera central de San Jorge, donde dos centenas de pequeños conos exhiben sus cráteres en otro tiempo activos y ahora las ocupan pequeños lagos, estanques temporales o turberas. Los picos de Velha, de Esperança o de Areeiro tienen miradores que proporcionan vistas deslumbrantes sobre la costa y desde donde, levantando la mirada, se vislumbran los contornos de las islas de Faial, Pico, Graciosa y Terceira, tan lejanas y al mismo tiempo tan cercanas.
La travesía de este dorso ondulado es una invitación más para conocer y disfrutar la naturaleza de San Jorge, donde a los cráteres de Bocas do Fogo, activos desde 1808, les suceden pastos naturales, que son el hábitat de conejos bravos y ratoneros. Las hortensias delimitan los pastos y el bosque de criptomeria y el brezo componen el marco vegetal de la isla.
Además de sus características fajãs, el litoral de la isla se caracteriza por la altanera Ponta dos Rosais, orientada a Faial, y por la Ponta y Ilhéu do Topo, en el lado oriental, que destacan la belleza natural de San Jorge y permiten fantásticas vistas sobre el océano.
La costa también cuenta con puntas rocosas y puntiagudas que penetran mar adentro, pequeñas y abrigadas ensenadas, acantilados con varias centenas de metros de altura que se despeñan casi en vertical en el mar o, también, conos de volcanes submarinos deteriorados por la acción erosiva del mar, como es el caso del Morro de Lemos y del Morro de Velas.
A pesar del área relativamente pequeña de la isla, la extensa línea de costa, resultado de la forma alargada de San Jorge, hace posible que haya un gran número de lugares pintorescos, donde el visitante puede buscar el mejor ángulo para una fotografía especial, sacando partido del color de las rocas, de los tonos de la vegetación endémica o de la gracia de un ave marina volando o descansando.
Al pasar por las casas de Urzelina la mirada se fija en una torre de iglesia aislada en el medio del paisaje, casi totalmente rodeada de rocas negras. Se trata del único vestigio de la construcción original que fue enterrada por la implacable erupción volcánica de 1808, testigo elocuente de la lucha y resistencia de los azorianos ante las adversidades naturales del archipiélago.
En Calheta y en Topo, pintorescos puertos son la puerta de entrada a casas e iglesias seculares. En Velas, el Portão do Mar (‘Portón del mar’) acoge, desde 1799, a los viajantes de los barcos que atracan en el puerto, encaminándolos a la plaza central del pueblo y desembocando en edificios importantes, como la iglesia Matriz de San Jorge y el ayuntamiento. En la arquitectura religiosa se destaca la iglesia barroca de Santa Bárbara (del siglo XVIII) situada en Manadas y clasificada como Monumento Nacional. La fachada blanca y negra esconde un interior de techo de cedro, altar y paredes decoradas con talla dorada, paneles de azulejos, retablos y pinturas.
Las colchas de punto alto se siguen manufacturando en telares de madera. Las artesanas empiezan a escasear pero todavía se pueden encontrar en Fajã dos Vimes. La cooperativa de artesanía de Ribeira de Nabo funciona como un muestrario de estas colchas, también conocidas como “mantas de San Jorge”, además de paños, manteles, alfombras y otros artículos.
Mientras que en Velas, junto a la iglesia matriz, está instalado el Museo de Arte Sacro, en Calheta se encuentra el Museo de San Jorge. Este museo expone colecciones de carácter etnográfico en las áreas de la cerámica, telar, agricultura, ganadería, mobiliario y fotografía. Abarcando los siglos XIX y XX, el espacio ilustra el tiempo en que vivió Francisco de Lacerda. Nacido en Ribeira Seca, en 1869, este “jorgense europeo” tuvo una brillante carrera internacional como director de orquesta. Destacado musicólogo, Francisco de Lacerda reunió importantes piezas del folclore de la isla y también compuso. De su obra se destacan las Trovas, un conjunto de piezas para canto y piano basado en el lenguaje musical popular portugués y azoriano.
La fiesta dedicada al santo que le dio su nombre a la isla, San Jorge, tiene lugar el día 23 de abril. Las conmemoraciones se realizan en el municipio de Velas e incluyen procesión, espectáculos musicales y exposiciones.
La Semana Cultural de Velas anima San Jorge y el resto de las “islas del triángulo” durante el mes de julio. El programa compuesto por charlas, conferencias, feria del libro, eventos náuticos, espectáculos musicales y feria gastronómica, contiene atracciones que agradan a todos los gustos y hacen de Velas un lugar verdaderamente animado. En el mismo mes, Calheta tiene su Festival de Julio, con desfiles etnográficos, música popular, pruebas deportivas y exposiciones.
Las romerías que tienen lugar en las diferentes fajãs son momentos de devoción religiosa que conviven con las verbenas populares y donde no faltan las canciones tocadas con la tradicional viola da terra (guitarra de las Azores).
Las Fiestas del Espíritu Santo, que mueven a lugareños y forasteros, tienen lugar entre mayo y septiembre, como en el resto del archipiélago.
Con fama internacional y sabor insuperable, el queso de la isla de San Jorge es, probablemente, el producto gastronómico más conocido de las Azores. La Unión de Cooperativas Agrícolas y Lácteos de San Jorge, situada en Beira, funciona como casa de los procesos de cura, clasificación y certificación del queso producido en la isla. La Denominación de Origen sólo se atribuye a los ejemplares que siguen los métodos y usan ingredientes tradicionales. Se cree que la producción de queso de leche de vaca se remonta a la influencia de los flamencos que habitaban Topo. El queso de la isla de San Jorge, semiduro o duro, tiene un ligero sabor picante, es redondo y pesa de 7 a 12 kilos, y se corta normalmente en cuñas.
Nacidas y criadas espontáneamente en la Reserva Natural y Área Ecológica Especial de Caldeira de Santo Cristo, las almejas son otra maravilla gastronómica exclusiva de San Jorge. La laguna costera es el único sitio de las Azores donde existe este molusco, caracterizado por dimensiones, sabor y textura únicos. La recogida de la almeja está condicionada y este plato sólo se puede apreciar en algunos restaurantes.
El microclima de algunas fajãs ha permitido la aparición de rarezas agrícolas, como una plantación de café, un caso raro en Europa: en la Fajã dos Vimes se puede apreciar un café de paladar y aroma intenso, hecho con granos del lugar. Es un posible complemento, al igual que el aguardiente de canela, para la repostería de la isla, donde coscorões, rosquillas y bolos de coalhada son recetas tradicionales. Las espécies, dulce en forma de herradura con “ventanas” donde se puede ver el relleno, son típicas de la isla. Existen varias versiones de la receta, que tienen en común la presencia de especias como el anís, la canela o la pimienta.